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La Parroquia vino a casa

diciembre 2, 2024

“¿Estoy seguro de que Dios me ama?”

El domingo de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico, por la tarde, tuvimos en la curia un acontecimiento un tanto diferente y por eso lo queremos compartir.

El último domingo de cada mes, la Parroquia se reúne para pedir por las vocaciones en la Iglesia y lo hace con exposición del Santísimo. Como en el entorno hay muchas casas de religiosas y religiosos, cada vez se va a una diferente. Hace unos días el P. Bernardo OSJ nos había preguntado si este domingo podría ser en la nuestra y Sofía, la superiora, respondió con gusto a la propuesta. El párroco le dijo que no se preocupara por nada porque desde la Parroquia lo traían todo organizado.

En la comida compartíamos informalmente que la capilla grande de casa estaba ya preparada para la oración: unas bonitas velas y unas plantas en torno al altar, el micrófono funcionaba, pero no había incienso… Veinte minutos antes de la hora anunciada empezaron a llegar quienes traían un armónium portátil, las vestiduras que iban a utilizar, las hojas para seguir la oración y hasta el incienso.

Las que estábamos en casa, casi todas, íbamos recibiendo a la gente. Las que hablan mejor el italiano, atentas a la portería; las otras, en el hall, en la capilla, en la sacristía… pendientes de lo que pudieran necesitar. Y fueron llegando vecinas y vecinos, de más o menos cerca, muchos religiosos y algún laico y la capilla prácticamente se llenó.

El corazón estaba dispuesto. Comenzamos cantando “Davanti al Re ci inchiniamo insieme…” (Delante del Señor nos inclinamos juntos). Se palpaba el silencio y la unión en la fe que se expresa en la oración: “Ven, Señor, porque sin ti estamos perdidos… tu luz brille en nosotros para disipar toda oscuridad. Ven, llevando tu luz donde reina la discordia, la esperanza donde hay desesperanza…” (Todo en italiano, claro).

Escuchamos la lectura (Rm. 5, 5-11) y unas palabras del Papa en su catequesis “La esperanza no defrauda”: “La esperanza no se fundamenta sobre aquello que nosotros podemos hacer o ser y tampoco sobre lo que podemos creer. El fundamento de la esperanza es lo más fiel y seguro que puede haber, es decir, el amor que Dios mismo tiene por cada uno de nosotros. Es fácil decir: Dios nos ama. Todos lo decimos. Pero piénsalo: ¿cada uno de nosotros es capaz de decir «estoy seguro de que Dios me ama”? Esta es la raíz de nuestra seguridad, la raíz de la esperanza… “¿Pero en este mal momento?” -Dios me ama. “¿Y a mí, que he hecho tal cosa fea y mala?” -Dios me ama. Esa seguridad no nos la quita nadie. Y debemos repetirlo como una oración: Dios me ama. Estoy seguro de que Dios me ama… un don extraordinario del que estamos llamados a ser «canales», con humildad y sencillez, para todos”. (Audiencia general, 15-2-2017)

El incienso parecía hacerse eco del silencio. La Eucaristía atraía las miradas. Y, tras lo escuchado, ¿quién mira a quién?, compartimos la adoración silenciosa. Me quedo con esto. Es verdad que luego vino la oración expresa por las vocaciones y las vísperas del día y la bendición solemne. Íbamos saliendo de la capilla a la calle. Marcharon en cinco minutos. Y me decía “¿No
ardía nuestro corazón…?” La adoración también hace Parroquia, hace comunidad.

Comunidad de la Curia. Roma.

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