A medida que avanzan los días la primavera se hace penetrante, los días son soleados y cuesta no salir a pasear con la agradable temperatura de abril, en este hemisferio; seguimos en estado de confinamiento un tiempo que se va alargando; esta primera semana de Pascua, con los ecos de la resurrección, nos hemos sentido fortalecidos con el canto de aleluya y las apariciones de Jesús contagiando paz, esperanza, alegría, derribando muros y puertas cerradas y dejándose ver y tocar, trasmitiendo calma a unos discípulos incrédulos y desesperanzados.
Excelentes lecciones de vida para nuestra realidad actual: la muerte se hace próxima y las reacciones ante la misma son muy variadas. En la comunidad esta semana hemos sido visitadas por la muerte de Pepa, hermana de Nieves, de nuestra casa de Entrevías. Hemos acompañado el dolor doble de la separación definitiva y la imposibilidad de acompañarla en su despedida. A la misma hora del entierro nos encontramos las 3 hermanas en el oratorio para unirnos en ese adiós definitivo junto al Señor Resucitado; oramos y cantamos, proclamamos la Palabra y agradecimos la larga y fecunda vida de Pepa. Sus 90 años y una familia muy numerosa de hijos y nietos, a quienes ha legado su bondad callada y su entrega generosa, ha sido motivo de un oración sentida, dentro de dolor.
Sentíamos deseos de decirle al Señor con las palabras de Marta: “Si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano”, pero también nos consolaba escuchar la respuesta de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí no morirá para siempre”. Y Pepa nos hablaba al corazón: “Volveréis a verme pero transfigurada y feliz, no ya esperando la muerte sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida”…
Y acompañamos a Nieves con este poema escocés:
o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado.
Tu corazón puede estar vacío porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda,
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
Este rato de oración nos ayudó también a recordar a tantas personas como están muriendo víctimas de esta pandemia sin el consuelo de la despedida. Y hay un pequeño alivio porque en Madrid leemos -y sin duda en otros muchos lugares también – los sacerdotes acompañan con oraciones y el consuelo posible a los familiares que acuden a los cementerios en número muy reducido. Y deseamos que en medio de las pérdida dolorosas de estos días, sepamos sonreír, abrir los ojos, amar y seguir…
Esta semana continuamos recibiendo tantas ayudas que nos mantienen en espera y esperanza de que esta etapa nos traiga un futuro mejor pero también queremos hacer acopio de la sabiduría que nos regala este tiempo: vivirlo con hondura, reflexionar, orar, estar en familia y comunidad, acompañar a quienes están solos…como oportunidad que se nos ofrece para vivir con mayor calma, con otro ritmo, poniendo las cosas en su plano vital: qué es lo importante y cuál es lo relativo.
Y comenzamos a hablar del futuro, del día después, de cómo volver a la vida cotidiana donde nos hemos apartado hace unas semanas, y ya nada será igual; ojalá que mientras seguimos confinados vayamos aprendiendo. Es como un curso intensivo donde estamos volcados para incorporar unos aprendizajes que nos sorprenden y desbordan, no estamos preparados, han llegado de pronto y nos interpelan.
Y ya el Papa Francisco nombra comisiones que preparen el futuro, comisiones que desde diversos campos de la sociedad, estén atentos a ese futuro que se va dibujando en el horizonte y que no va a ser fácil pero para el que necesitamos sumarnos, poner en juego todas las fuerzas posibles de individuos y sociedades.
Y cuando va terminando la semana recibimos con mucha alegría un nuevo mensaje del Papa a través de la revista Vida Nueva: “Un plan para resucitar”, sí, para vivir de otra manera en nuestra sociedad, en esa casa común que en ocasiones tanto maltratamos.
Y es muy reconfortante escuchar sus palabras: “Dios jamás abandona a su pueblo, especialmente cuando el dolor se hace más presente”. Es por eso que en esta etapa histórica que nos toca recorrer se nos invita a no desconfiar de que el Señor camina a nuestro lado, no nos sintamos abandonados, aún en medio de tanto dolor que se va haciendo inseparable en el camino.
Y continúa: «No podemos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos». La invitación siempre a salir de nuestro propia mirada y situación para abrazar el dolor de muchos hermanos nuestros golpeados por la enfermedad y la muerte.
Y termino con otras frases del mismo mensaje papal, refiriéndose a las mujeres del evangelio: «Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía y sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor».
Y llegamos al II Domingo de Pascua con el mensaje de Jesús: “Sea la paz con nosotros, no temáis”, pero nuestros gobernantes anuncian la prolongación del confinamiento; dentro de poco podrán salir a la calle nuestros niños… deseamos que puedan tomar aire para que su futuro sea más puro y luminoso. Y los demás podamos ponernos en movimiento asumiendo la vida como viene, llena de paradojas: dentro de casa “en salida”, permanecer al interior pero sin cerrarnos, ampliar el horizonte de imaginación, de libertad, sin barreras, sacar lo mejor que conservamos en el corazón.
Animo para permanecer con el mejor tono posible. Seguimos una semana más, ¡ya nos falta menos!.
María Luisa Berzosa fi
Entrevías-Madrid