Desde hace muchos años, mantengo junto con mi familia, una relación cercana y de gran amistad con EMILIA GÓMEZ VILLA, española, nacionalizada ya en Colombia. Y en mi paso estos días por Bucaramanga fui a visitarle. Era lo menos que podía hacer pasando casi por la puerta de su casa. No había tomado suficiente conciencia de que ella era egresada de uno de nuestros colegios de Madrid – Calle Ayala 42 esquina Velázquez. Con gran emoción y cariño, aproveché para hacerle esta pequeña entrevista. Tampoco había caído en la cuenta de la bonita y significativa imagen de la Inmaculada de Murillo que preside su casa.
¿De dónde es?
Bueno nací en Murcia, pero allí no vivimos. Hoy digo que ni la conozco porque era muy pequeña cuando mis padres vinieron a la capital del país. Por eso, me considero de Madrid, porque fue donde crecí y pasé la vida que viví en España, bastante menor de la que ya llevo en Colombia. Vine en el año de 1963 recién casada.
¿En qué momento estuvo en Ayala, qué recuerdos guarda?
Mi padre, aconsejado por un Obispo de Madrid amigo suyo fue el que le recomendó el Colegio de las Jesuitinas para mí. Y allí me eduqué todo el tiempo. Contenta en general. Acompañada por las Religiosas de la época con quienes pude desarrollar mi talento y afición por la música. Especialmente la Madre Dolores que me acompañaba hasta el conservatorio y hasta que me gradué en piano. Música que, con el paso de los años, descubro que es mi todo.
¿Qué significa para esa imagen de la Inmaculada que hoy preside su casa? Era una imagen de familia. Mis padres también eran personas de fe, de amor por la Virgen y desde siempre esta imagen nos acompañó y acompaña. Él falleció en España antes de casarme, luego al venir con mi madre aquí, trajimos nuestras cosas y esta Virgen nos acompaña hasta hoy y no dudo que acompañará también a mis hijos. Ella nos hermana con tantas personas…
¿Cómo contactó con las FI en Colombia? Bueno, yo vine de Madrid a una población de Santander llamada el Socorro. Mi marido, de nacionalidad colombiana era médico. Luego nos ubicamos en Bucaramanga y se hicieron muy amigos de otro médico, que era el esposo de una hermana tuya, Teresa. La amistad fue creciendo y por ti me enteré de que las Jesuitinas, como les llamábamos en España –no sé ahora- estaban en El Reina de la Paz.
¿Recuerda algo de la Madre Cándida? ¡Claro que sí! Guardo las estampas que las madres me dieron en el Colegio en mi breviario. Y creo que su sencillez, su cercanía, su confianza en Dios, su alegría y paciencia, en medio de la dificultad, han llegado hasta mi vida porque son valores que creo que he logrado encarnar más. No dudo que es protectora nuestra y de toda la Congregación. Me alegré mucho cuando supe que había sido canonizada.
¿Qué significa la música para usted? Ya he dicho que es mi todo. La que me comunica con Dios, con mi familia, con las personas, en los momentos alegres y de partida de seres queridos. Con mis paisanos aquí. He tocado en varios funerales también. Entre ellos, recuerdo la despedida de tus padres Teresa. La música me permite expresar lo más hondo de mí, pese a la edad que hoy ya tengo. Agradezco mucho que todos mis hijos también sacaron esta pasión por la música y pude ayudarlos a formarse en ella. La música fue también la fuente de mi trabajo y servicio en Colombia, de la que fui profesora desde niños pequeños hasta jóvenes universitarios. Terminé mi tiempo laboral activo siendo profesora en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, en la facultad de Música.
¿Pudo educar a sus hijos con las Hijas de Jesús en Colombia? Llevé a mi hija Yazmina, pues en ese momento era colegio solo para niñas, y como ella era de estatura pequeña, al pasar al Bachillerato a la madre Rectora del Reina de la Paz le pareció que estaba muy pequeña y debía repetir el curso escolar. Cosa que no entendí y aunque estaba contenta la llevé a otro colegio porque no consideraba oportuno que debía hacerle perder un año escolar, solo por su estatura. Me hubiera encantando que fuera egresada como yo, pero así sucedieron las cosas.
¿Qué ha significado salir de su patria y radicarse en Colombia? Hay que ubicarse en los tiempos. Yo llegué hace 54 años a este país. Donde las cosas eran muy distintas de hoy, en diversos campos. A poblaciones pequeñas de Santander como eran el Socorro y después Oiba, donde mi marido fue nombrado en el Hospital. Los inicios me fueron duros pero al haber tenido la suerte de venir con mi madre que era una mujer alegre y de corazón grande me ayudó a irme adaptando a todo, acogiendo lo que venía como era, sin hacer problema a nada y asumiendo los valores. Tengo tres hijos, varios nietos y el más pequeño que tiene hoy 4 años es todo un regalo de Dios. Es la alegría de nuestro hogar. Creo que de los nietos, es el que va a heredar la música. Ya le enseño piano, violín y cuando tenemos reuniones familiares para él es una alegría que yo toque o que toquemos juntos algo.
Ya a estas edades de u vida, ¿qué es lo que más anhela? Paz, esa serenidad profunda que nos lleva a mantenernos de pie en toda circunstancia, porque solo Dios es el Único esencial. Solo con Él puede una vivir las dificultades que nos trae la vida sin perder la alegría y la esperanza. Que mis hijos y nietos encuentren cada vez más los caminos de la verdadera felicidad. Y que Colombia sea una nación de verdadera paz. ¡Se la merece!
Por Teresa Ramírez fi