Estos viajes desde el corazón van tocando a su fin.
El domingo próximo 31 de mayo será mi último relato. Termina el mes y va cambiando el panorama socio-sanitario.
Esta semana que concluye me deja una cierta preocupación por la violencia que se ha desatado en muchas de nuestras calles de Madrid capital y otros municipios. Con una fuerte presencia, aunque no en exclusiva, de jóvenes.
Y ¿por qué me inquieta si es inherente a la juventud la radicalidad apasionada, ser joven es ser combativo, afirmarse de modo visceral, oponerse a los sistemas establecidos?. Porque percibo que una dosis no pequeña de intolerancia es el componente de estas revueltas. Unos contra otros y todos creyéndose poseedores de la bandera de la verdad única.
Y me preocupa también que ante una situación de pandemia que nos afecta de manera tan universal no salgamos de nuestras visiones particulares y partidistas. ¿Qué necesitamos para dejarnos afectar y mirar hacia tantas personas que están sufriendo? ¿Qué tiene que suceder en el mundo para que nos dejemos afectar y salgamos de los muros que nos cierran?. Y no me refiero solamente a la enfermedad y muerte que nos acompaña y que es inmensa, sino a las consecuencias que ya están llegando de nivel socio-económico sobre todo.
¿Es que no podemos convivir con ideas diversas?. ¡Una pena! Cuando nuestro mundo está cruzado por los intercambios de culturas diversas, de personas de distintas razas, color, idioma, principios socio-políticos, religiosos, filosóficos… enredarnos en estas luchas de imposición violenta me parece un retroceso o un vivir en otra época. Por eso me resulta contradictorio que se sumen -o los adultos seamos responsables de ello- los jóvenes.
Pero en la semana han pasado más cosas y llenas de pequeños-grandes gestos de vida que no quiero olvidar. Durante el confinamiento parece que se han gestado algunos libros que en el próximo mes verán la luz; tras el forzado invierno, junio va a florecer literariamente. “Querida Amazonía: De la conversión al sueño” es una guía para leer la Exhortación Post-Sinodal, compartida con Jaime Tatay sj y Rafael Luciani, teólogo laico de Venezuela.
“Caminos de reconciliación: Diez historias de fe y amor LGTBI”, al que he puesto prólogo y que ha recopilado Pablo Romero. Y un libro académico de varios autores bajo la dirección de Javier de la Torre, profesor de Comillas al igual que Pablo, con el título “Homosexualidades y cristianismo en el siglo XXI”. Temas de la vida, de nuestra sociedad, que es bueno tengan carta de ciudadanía y se nos ofrezcan para seguir ahondando y abriéndonos a la “casa común” y en ella a todo ser humano.
Y se suceden las noticias: el miércoles 20 amanecimos con la muerte de Adolfo Nicolás sj, que fue superior general de la Compañía de Jesús durante 8 años, de 2008 a 2016. Sabíamos de su grave enfermedad pero siempre la muerte nos sorprende. Seguimos leyendo tantas semblanzas como se van publicando y que todas retratan su personalidad humana y espiritual tan rica, con esa fusión de culturas que poseía entre Oriente y Occidente, ya que nacido en la provincia de Palencia, su vida se desarrolló en gran parte en Filipinas y Japón, donde terminó sus días. Hombre de apertura a la interculturalidad, afable, con gran alegría y sentido del humor, era una delicia el encuentro con él.
Durante toda la semana se recuerda el 5º aniversario de la publicación de Laudato Si con actividades variadas y el recordatorio permanente de cuidar el planeta tierra para uso y disfrute de todos los seres humanos, sin olvidar que éstos son el centro de la creación.
El confinamiento forzoso que hemos vivido durante dos largos meses va tocando a su fin, aunque lenta y progresivamente y sin bajar la guardia ni creer que ya todo pasó; confiarnos demasiado y abandonar las medidas indicadas puede ser contraproducente. Pero salir a pasear, poder participar en la eucaristía, encontrarnos en grupos reducidos… da un cierto alivio aunque resulta muy extraño no ver más que los ojos de las personas, mantener separación en todo momento, una rara sensación de huida en vez de aproximación… ¿nos iremos acostumbrando a este modo de relación?.
Seguimos. No nos cansemos para evitar retrocesos. Firmeza y acatamiento de normas preventivas es un buen componente para cuidar la salud y la vida. Cuidar para cuidarnos. Hay un bien mayor y universal, se trata de mirar a lo ancho y a lo alto, más allá de mis propios confines.
Y como nos recuerda León Felipe:
“Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo
que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos a tiempo”.
Es un esfuerzo colectivo que nos dará ventajas para disfrutar todos de los aprendizajes que, sin duda, nos está dejando esta pandemia.